sábado, 15 de marzo de 2014

La Voz de la Naturaleza

La Voz de la NaturalezaY vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. (Gén. 1: 31)
Dios desea que nos recreemos en las cosas de su creación... Observa con gozo paternal el deleite de sus hijos en las bellas cosas que los rodean.
Mientras estuvo en la tierra el Redentor del mundo procuró presentar clara y sencillamente sus lecciones de instrucción, a fin de que todos las comprendieran; ¿y podremos sorprendernos de que eligiera el aire libre como su santuario, que deseara estar rodeado por las obras de su creación?
Tomó como lecciones las cosas que su propia mano había hecho. Veía en ellas más de lo que podían comprender las mentes finitas.
Las aves, que gorjeaban despreocupadamente sus cantos, las flores del valle resplandecientes en su belleza, los lirios que reposaban en su pureza en el seno del lago, los elevados árboles, la tierra cultivada, el trigo ondeante, la tierra estéril, el árbol que no dio fruto, las colinas eternas, los arroyos burbujeantes, el sol poniente, coloreando e iluminando los cielos, todos esos elementos empleaba para impresionar a sus oyentes con la verdad divina.
Relacionaba la obra de los dedos de Dios en los cielos y en la tierra con la Palabra de vida, De allí extraía lecciones de instrucción espiritual...
Las bellezas de la naturaleza tienen una lengua que nos habla sin cesar. El corazón abierto puede ser impresionado con el amor y la gloria de Dios y como se ven en las obras de sus manos.
El oído que escucha puede oír y entender lo que Dios dice por medio de las cosas de la naturaleza. Hay una lección en el rayo de sol, y en los diversos objetos de la naturaleza que Dios presenta a nuestra vista. Los verdes campos, los elevados árboles, los capullos y las flores, las nubes que pasan, la lluvia que cae, el murmurante arroyuelo, el sol, la luna y las estrellas del cielo: todo invita a nuestra atención y meditación y os manda que nos familiaricemos con aquel que lo hizo.
Porque así dijo Jehová , que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro. (Isa. 45: 18.)
Debido a la bondad de Dios hemos sido rodeados por innumerables bendiciones. Por doquiera hay pruebas de su amor. La naturaleza parece regocijarse delante de nosotros. Las bellas cosas del cielo y de la tierra expresan el amor y el favor del Señor de los ejércitos hacia los habitantes del mundo.
La luz del sol y la lluvia caen sobre buenos y malos. Las colinas, mares y planicies hablan elocuentemente al alma del hombre del amor del Creador. Es Dios quien hace florecer el capullo, quien convierte la flor en fruto, y es él quien suple todas nuestras necesidades diarias. No cae un gorrión sin que deje de advertirlo el Padre. Nuestra mente debiera elevarse en gratitud y adoración al Dador de toda dádiva y todo don perfecto.
Debiéramos enseñar a nuestros hijos que consideren las obras de Dios.
Debieran ser instruidos en su amor, en la provisión que él ha hecho para su salvación. Guíeselos para que entreguen su joven corazón como una ofrenda de gratitud, con amor fragante a Aquel que murió por ellos. Señálese la atrayente belleza de la tierra, hábleseles del mundo venidero que nunca conocerá la plaga del pecado y de la muerte, donde el rostro de la naturaleza no llevará más la sombra de la maldición.
Conducid sus jóvenes mentes para que contemplen las glorias de la recompensa que aguarda a los hijos de Dios. Cultivad las facultades de su imaginación describiendo el esplendor de la tierra nueva y la ciudad de Dios; y cuando estén encantados con la perspectiva, decidles que será más gloriosa que lo que pueda pintar su más brillante imaginación

Extracto sacado de: "A Fin de conocerle" (E.G. White) Pag 146

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