viernes, 25 de enero de 2013

Cómo vencer la Tentación

A veces puedes sentir que una tentación es demasiado insoportable, pero eso es una mentira de Satanás.
Dios ha prometido que nunca permitirá que haya más sobre ti que lo que te pone dentro para vencerla.
Él no te permitirá ninguna tentación que no puedas superar.
Sin embargo, también debes hacer tu parte practicando ciertas claves bíblicas para derrotar la tentación, una de ellas es concentrar tu atención en algo diferente.

Te sorprenderá saber que en ninguna parte de se nos dice que debemos “resistir la tentación”. Se nos dice que “resistamos al diablo (Santiago 4:7), pero eso es muy distinto. En cambio, se nos aconseja que volvamos a enfocar nuestra atención porque resistir un pensamiento no resulta. Sólo intensifica nuestro enfoque en lo malo y fortalece su fascinación.
Permíteme explicarte:
Cada vez que intentas bloquear un pensamiento en tu mente, lo grabas más profundo en tu memoria. Cuando lo resistes, en realidad lo refuerzas. Esto resulta especialmente cierto en el caso de la tentación. No la derrotas luchando contra los sentimientos que te produce. Cuanto más luchas contra un sentimiento, tanto más te consume y controla. Realmente lo fortaleces cada vez que piensas en él.
Dado que la tentación siempre empieza con un pensamiento, la manera más rápida para neutralizar su fascinación es concentrarte en otra cosa. No luches contra ese pensamiento, simplemente cambia el cauce de tu mente y procura interesarte en otra idea. Este es el primer paso para derrotar la tentación.
La batalla contra el pecado se gana o se pierde en la mente.
Cualquier cosa que atrape tu atención te atrapará a ti. Por eso Job dijo: “Hice un pacto con mis ojos para no mirar con lujuria a ninguna mujer joven”, Job 31:1. Y el salmista oró: “Guárdame de prestar atención a lo que no tiene valor”, Salmos 119:3.
¿Alguna vez viste un anuncio comercial en la televisión promocionando una comida y de repente sentiste hambre? ¿Has oído toser a una persona alguna vez e inmediatamente sientes la necesidad de aclarar la garganta? ¿Alguna vez viste a una persona abriendo la boca en un gran bostezo y enseguida sentiste ganas de bostezar también? (¡Es posible que estés bostezando ahora mismo mientras estás leyendo esto!) Ese es el poder de la sugestión. En forma natural nos acercamos a cualquier cosa en la que nos concentremos. Cuanto más pienses en algo, tanto más fuerte te retendrá.
Por esa razón la repetición de “Debo dejar de comer demasiado… o dejar de fumar… o dejar la lujuria” es una estrategia de derrota. Te mantiene enfocado en lo que no quieres. Es como si anunciaras: “Yo nunca voy a hacer lo que hizo mi madre”. Te estás preparando para repetirlo.
La mayoría de las dietas no resultan porque lo mantienen a uno pensando en la comida todo el tiempo, garantizando que tendremos hambre. Del mismo modo, un orador que se repite a sí mismo todo el tiempo: “¡No te pongas nervioso!” ¡Se prepara para ponerse nervioso! En cambio debería concentrarse en cualquier otra cosa excepto en sus sentimientos: en Dios, en la importancia de su discurso o en las necesidades de sus oyentes.
La tentación empieza por captar tu atención. Lo que capta tu atención estimula tu deseo. Después tus deseos activan tu conducta, y actúas con base en lo que sentiste. Cuanto más te concentres en “No quiero hacer esto”, tanto más fuerte te atraerá hacia su red.
Hacer caso omiso de una tentación es más eficaz que luchar contra ella. En cuanto tu mente está en otra cosa, la tentación pierde su poder. Así que, cuando la tentación te llame por teléfono, no discutas con ella, ¡simplemente cuelga!
A veces esto significa dejar físicamente una situación tentadora. Hay ocasiones en que lo correcto es huir. Levántate y apaga la televisión. Aléjate de un grupo que está contando chismes. Abandona el cine en medio de la película. Para que las abejas no te piquen, quédate lejos del enjambre. Haz lo que sea necesario para
concentrarte en otra cosa.
Desde el punto de vista espiritual, nuestra mente es el órgano más vulnerable. Para reducir la tentación, mantén tu mente ocupada con de Dios y otros pensamientos buenos. Los pensamientos malos se derrotan pensando en algo mejor. Este es el principio del reemplazo. Vence el mal con el bien (Romanos 12:21).
Satanás no puede llamarnos la atención cuando nuestra mente está preocupada con otra cosa. Por eso nos aconseja repetidas veces que mantengamos nuestras mentes enfocadas: “Consideren a Jesús”, Hebreos 3:1. “Siempre piensen en Jesucristo”, 2 Timoteo 2:8. “Llenen sus mentes de las cosas que son buenas y que merecen alabanza: cosas que son verdaderas, nobles, correctas, puras, encantadoras, y honorables”, Filipenses 4:8.
Si realmente quieres derrotar la tentación, debes organizar tu mente y monitorear tu consumo de los medios de información.
El hombre más sabio que haya vivido jamás, advirtió: “Ten cuidado cómo piensas; tu vida está moldeada por tus pensamientos”, Proverbios 4:23. No permitas que la basura entre a tu mente indiscriminadadmente. Sé selectivo.
Escoge con cuidado en qué cosas vas a pensar. Sigue el modelo de Pablo: “Llevamos cautivo todo pensamiento y hacemos que se rinda y obedezca a Cristo” 2 Corintios 10:5. Esto requiere una vida práctica, pero con la ayuda del Espíritu Santo puedes reprogramar tu manera de pensar.

viernes, 11 de enero de 2013

Nadie sabe el día

Nadie sabe el díaEl mejor conocimiento del lenguaje apocalíptico, construido de imágenes y recursos simbólicos para hablar del fin del mundo, nos permite hoy escuchar el mensaje esperanzador de Jesús, sin caer en la tentación de sembrar angustia y terror en las conciencias.
Un día la historia apasionante del ser humano sobre la tierra llegará a su final. Esta es la convicción firme de Jesús. Esta es también la previsión de la ciencia actual. El mundo no es eterno. Esta vida terminará.
¿Qué va a ser de nuestras luchas y trabajos, de nuestros esfuerzos y aspiraciones.
Jesús habla con sobriedad. No quiere alimentar ninguna curiosidad morbosa. Corta de raíz cualquier intento de especular con cálculos, fechas o plazos. "Nadie sabe el día o la hora...,sólo el Padre". Nada de psicosis ante el final. El mundo está en buenas manos. No caminamos hacia el caos. Podemos confiar en Dios, nuestro Creador y Padre.
Desde esta confianza total, Jesús expone su esperanza: la creación actual terminará, pero será para dejar paso a una nueva creación, que tendrá por centro a Cristo resucitado. ¿Es posible creer algo tan grandioso? ¿Podemos hablar así antes de que nada haya ocurrido?
Jesús recurre a imágenes que todos pueden entender. Un día el sol y la luna que hoy iluminan la tierra y hacen posible la vida, se apagarán. El mundo quedará a oscuras. ¿Se apagará también la historia de la Humanidad? ¿Terminarán así nuestras esperanzas?
Según la versión de Marcos, en medio de esa noche se podrá ver al "Hijo del Hombre", es decir, a Cristo resucitado que vendrá "con gran poder y gloria". Su luz salvadora lo iluminará todo. Él será el centro de un mundo nuevo, el principio de una humanidad renovada para siempre.
Jesús sabe que no es fácil creer en sus palabras. ¿Cómo puede probar que las cosas sucederán así? Con una sencillez sorprendente, invita a vivir esta vida como una primavera. Todos conocen la experiencia: la vida que parecía muerta durante el invierno comienza a despertar; en las ramas de la higuera brotan de nuevo pequeñas hojas. Todos saben que el verano está cerca.
Esta vida que ahora conocemos es como la primavera. Todavía no es posible cosechar. No podemos obtener logros definitivos. Pero hay pequeños signos de que la vida está en gestación. Nuestros esfuerzos por un mundo mejor no se perderán. Nadie sabe el día, pero Jesús vendrá. Con su venida se desvelará el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos Dios.
Autor: José Antonio Pagola

sábado, 5 de enero de 2013

Este año...

Este año me propongo...Me Propongo:
Como Pablo: olvidar lo que queda atrás, y proseguir a la meta (Filipenses 3:12-14).
Como David: alzar mis ojos a los montes y recordar que mi socorro viene del Señor (Salmo 121).
Como Abraham: confiar incondicionalmente en mi Dios (Génesis 12:1-9 Gálatas 3:6-18 Hebreos 11:8 Salmo 31:14 37:3-9).
Como Enoc: caminar en compañerismo diario con mi Padre Celestial (Génesis 5:21-24).
Como Ezequías: preparar mi corazón para buscar a Dios, mi sanador (2 Reyes 20:1-11 Isaías 38:1-22).
Como Moisés: escoger obedecer a Dios, aunque esto signifique sufrir, antes que gozar de los placeres temporales del pecado (Hebreos 11:23-29 Éxodo 2:11-4:17).
Como Daniel: vivir en comunión constante con Dios (Daniel 2:19-23 3:28 6:10, 20-22, 25-28).
Como Job: ser paciente bajo cualquier circunstancia (Job 1:1-2:10 42:1-17).
Como Josué y Caleb: no permitir que me desanimen los obstáculos (Números 13:25-33 14:6-9 Josué 1:1-9).
Como José: dar la espalda a la tentación (Génesis 39:6-12).
Como Aaron y Hur: servir de sostén a mi pastor y a los líderes de mi iglesia con mi oración y mi apoyo (Éxodo 17:8-16 Hebreos 13:7, 17
1 Tesalonicenses 5:12-13).
Como Andrés: guiar a mis hermanos a Cristo (Juan 1:35-42 Mateo 28:16-20).
Como Esteban: manifestar un espíritu de perdón hacia los que me hieren (Hechos 7:55-60 Mateo 6:9-15 Lucas 11:1-4 Romanos 12:17-20).
Como Isaías: responder al llamado de Dios diciendo: “Heme aquí envíame a mi” (Isaías 6:8).
Como José, María, Simeón, Ana y Jesús: cultivar y afirmar mi espiritualidad y mi relación con Dios en mi asistencia al culto de adoración a Dios (Lucas 2:21-52 Hechos 2:41-47 Hebreos 10:23-25).
Como la iglesia cristiana primitiva: compartir lo que tengo con los más necesitados (Hechos 4:32-37, 1 Timoteo 5:8).
Como Loida y Eunice: testimoniar la fe y enseñar la Biblia a los nietos/as e hijos/as (2 Timoteo 1:5 3:14-17).
Como las iglesias de Macedonia: ser generoso/a en mis promesas y ofrendas como un acto de adoración a Dios (2 Corintios 8 y 9).
Como el etíope: mantener el deseo de estudiar la Biblia (Hechos 8:26-40 Romanos 15:4 Juan 39 2 Timoteo 3:14-17 Salmo 119:105).
Como Elías: orar con fervor y ser constantes en la oración (1 Reyes 18:20-46 1 Tesalonicenses 5:16-18 Filipenses 4:6-7).
Como Josué y su familia: que yo y mi familia sirvamos al Señor (Josué 24:14-24).
Reconociendo mi incapacidad de alcanzar con mis propias fuerzas estos objetivos, creo lo que Dios me dice y me enseña a través de su Palabra: “Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas” (Josué 1:9). Por lo que digo: "TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE" (Filipenses 4:13)
Autor: Pablo R. Caraballo