sábado, 23 de junio de 2012

¿Quién era Cristo?

¿Quién era Cristo? Si les preguntásemos a los 7.000 millones de personas que habitan nuestro planeta ¿quién es Cristo?, descubriríamos que al menos 2.000 millones asociarían ese nombre con el fundador del cristianismo.
Si les formuláramos la misma pregunta a los cristianos, descubriríamos que muchos no podrían darnos una respuesta clara y otros proporcionarían una variedad de respuestas discordantes. Esta situación no debiera extrañarnos. Por ejemplo, si indagásemos quién es Barak Obama, nos encontraríamos con una situación similar.
Si las cosas son así, ¿podemos llegar a conocer a ciencia cierta quién es Cristo?
¿Podemos conocer a Cristo?
Sí, claro, podemos conocerlo como conocemos a otras personas: por medio de un encuentro personal o por el testimonio de quienes lo vieron y oyeron. Siendo que Cristo vivió hace unos dos mil años, para conocerlo necesitaremos el testimonio de quienes lo trataron personalmente. Afortunadamente, la Biblia proporciona el testimonio necesario para conocer a Cristo.
Cuando nos encontramos con alguien por primera vez, nos interesa saber de dónde viene y cuál es su ocupación. Saber de dónde viene nos dará a entender la historia de nuestro interlocutor y saber qué hace nos ayudará a entender su presente y futuro.

¿De dónde vino Cristo?
Cuando de niño me encontraba con otros niños por primera vez, nunca me preguntaban de dónde venía sino más bien quién era y qué hacía mi papá. Ahora de grande sí me preguntan de dónde vengo, especialmente por mi acento. Para conocer quién era Cristo es fundamental saber de dónde vino y quiénes fueron sus padres. En Nazaret, el pueblo donde Jesús vivía, todos sabían que el padre y la madre de Jesús eran José y María (S. Mateo 1:18). Sin embargo, José y María sabían que Jesús no era el hijo biológico de José sino del Dios creador del universo. Un ángel les explicó (S. Mateo 1:20-22; S. Lucas 1:26-35) que Jesús iba a ser el hijo de Dios y de María. Claramente, esto fue y continúa siendo un acontecimiento único en la historia del universo.
Durante su ministerio Jesús les explicó a sus discípulos que él no solo provenía del cielo (es decir, del lugar donde los ángeles viven y sirven a Dios;ver S. Juan 6:38; S. Juan 6:32, 33, 41, 42, 50, 51; 3:13, 31), sino que procedía del Padre, el Dios eterno, Creador del universo (S. Juan 7:29). Como siempre hay diferencias entre padres e hijos, Jesús afirmó que en su caso no había diferencia alguna entre su Padre y él. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, explicó a Felipe (S. Juan 14:9). Sus discípulos entendieron y aceptaron de corazón esta revelación asombrosa, profunda y misteriosa, pero al mismo tiempo simple y maravillosa: Cristo es Dios en forma humana, completamente Dios y completamente hombre (Filipenses 2:5-8). Esta es la realidad sobre la cual se basa el cristianismo (S. Mateo 16:17, 18).

¿Qué hizo Cristo?
Para conocer a una persona no es suficiente saber de dónde procede. También necesitamos averiguar su historia. Por eso, antes de una entrevista el empleador necesita el resumen de la experiencia laboral del solicitante. Examinemos brevemente el resumen de la “experiencia laboral” de Cristo. Toda historia comienza al principio. Pero por ser Dios, Cristo no tuvo principio. Es más, él vivía ya antes de todo principio con una existencia eterna sin principio ni fin (S. Juan 8:58; Proverbios 8:22-31; Hebreos 13:8). No es sorprendente entonces que encontremos a Cristo en el evento más antiguo que registra la Biblia: el diseño divino del universo y del plan de la redención (S. Juan 17:24; Efesios 1:4; 1 Pedro 1:20). Luego encontramos a Cristo junto al Padre y al Espíritu Santo creando al universo y nuestro planeta (S. Juan 1:1-3). Más tarde lo encontramos habitando en santidad con su Padre y los ángeles (Job 38:4-7; S. Mateo 18:10; 24:36) en el cielo y luego con Adán y Eva.
Cuando, desafortunadamente, el pecado entró en el mundo hallamos a Cristo directamente involucrado en la ejecución del plan de salvación (Génesis 3:8-15). Cristo ha sido y es la presencia directa de Dios en el universo e incluso en nuestro mundo después de la entrada del pecado (S. Juan 1:18). Cristo habló con Moisés cara a cara y fue él quien le dio la ley de los Diez Mandamientos en el monte Sinaí. Pablo sabía que Cristo fue la roca espiritual de la cual los judíos bebieron en el desierto (1 Corintios 10:4-10).
Debido a que la revelación de Dios a través de Moisés fue solo verbal, indirecta, y parcial, Cristo se encarnó para revelar a Dios personal, directa y completamente. Asombrosamente, Cristo, el Dios eterno, infinito, santo y creador que habitaba en el Lugar Santísimo del Santuario pasó a habitar entre su pueblo (S. Juan 1:14). De esta forma, en el Cristo encarnado Dios nos habla personalmente y directamente para revelarnos su amor, su ley y su salvación. Nos invita a confiar en su palabra y entrar por fe en su reino (Apocalipsis 3:20).
Cristo hizo algo aún más sorprendente para salvarnos del pecado. Él se encarnó para morir en nuestro lugar. Para poder ser nuestro sustituto, Cristo “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Siendo que Cristo vivió una vida sin pecado y que la muerte es consecuencia del pecado (Romanos 6:23), queda claro que Cristo no debía morir. Por eso, literalmente, no murió porque él debía morir por su pecado sino en lugar del pecador (Romanos 5:8). Más aún, Cristo murió porque en su amor desea que vivamos de la manera en que él vivió. La muerte y vida de Cristo proveen los medios para que por la fe (S. Juan 3:16), todo ser humano pueda obedecer su ley de amor y libertad (Romanos 13:8-10; Santiago 1:25, 2:12).

¿Qué hace Cristo?
¿Qué hace Cristo hoy día? Después de su muerte, Cristo resucitó y ascendió al cielo con el cuerpo físico que recibió de su madre (Hechos 1:9-11) para reinar, ministrar, y juzgar junto con su Padre desde el trono del Santuario celestial. En resumen, desde el cielo Cristo trabaja continuamente para “salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25). Esto significa que desde los cielos y por medio de sus palabras y hechos consignados en la Biblia, Cristo nos llama a entrar en su reino en el cual prevalece el orden espiritual inspirado por su ley de amor y libertad. Desde allí también perdona nuestros pecados cuando arrepentidos se lo pedimos en oración.

¿Qué hará Cristo?
Conocer a una persona íntimamente requiere que conozcamos sus planes para el futuro. Los planes de Cristo para el futuro son claros y maravillosos. Cristo ha prometido volver a la tierra en un futuro muy cercano (Apocalipsis 22:12). Su deseo es unir su vida personal y su familia celestial con los redimidos de todos los tiempos (S. Juan 14:1-3). Su venida será personal, corporal, histórica, universal, con gloria y majestad de tal forma que todo ojo le verá (Apocalipsis 1:7). En ese momento, la restauración espiritual que Cristo está operando desde los cielos como nuestro intercesor culminará con la restauración de su creación física original (Apocalipsis 21:1-4, 15).

Conclusión
Por medio del testimonio bíblico hemos visto que Cristo era, es, y será el eterno Hijo de Dios. Siendo el Creador del universo, se hizo hombre para revelar su amor y salvar a los hombres del pecado. Cristo reveló a Dios directa y personalmente, murió para redimir a todos los pecadores, resucitó, ascendió a los cielos donde intercede para salvar completamente a quienes lo aceptan por fe, y pronto volverá para restaurar esta tierra a su esplendor original y dar vida eterna a sus hijos e hijas fieles.
¿Qué harás con el Cristo viviente que desde el cielo te llama a través de sus enseñanzas y las promesas que encuentras en la Biblia? Te invito a aceptarlo de corazón y servirle con amor.

Autor: Fernando Canale

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sábado, 9 de junio de 2012

Amar es Actuar

Amar es ActuarMe impresiona en sobremanera el amor puro y perfecto de Dios para nuestra vida, y es que no hay duda alguna que nos ama y la muestra de ello es venir al mundo a morir en nuestro lugar.
Pero mientras Dios nos muestra continuamente su amor hacia nosotros, y mientras cada día somos testigos de cómo su misericordia se renueva sobre nuestra vida, de cómo Dios nos da nuevas oportunidades partiendo de ese amor que nos tienes, yo me pregunto: ¿Cómo le estamos demostrando que también nosotros le amamos?
Y es que amar no decir, sino actuar.
Estoy seguro que si te tuviera frente a mí y te preguntare: “¿Amas a Dios?”, rápidamente y sin pensarlo me contestarías: “¡Claro que lo amo!”. Y es que todos nosotros tenemos palabras bellas para referirnos a Dios, y es que el agradecimiento que tenemos hacia Él por todo lo que ha hecho y está haciendo en nuestra vida nos lleva a pensar si ningún tipo de dudas que lo amamos.
Pero amar a Dios va más allá de las palabras. Tú puedes dedicarle toda clase de frases hermosas a Dios, pero eso no significa que realmente lo amas.
Por ejemplo: Cuando estás enamorado de alguien, ¿Te basta solamente que te diga que te ama ó preferirías que ese amor que dice sentir por ti lo demuestre y no solo lo hable?
Y es que alguien puede decirte que “te ama”, pero a lo mejor te trata mal, no te respeta, no te acepta, te lastima con palabras inadecuadas o con acciones que duelen más que las palabras. ¡Eso no es amar!, cuando amas estas dispuesto a demostrarlo o por lo menos tus acciones respaldan lo que dices sentir.
¿Realmente estamos amando a Dios?, ¿Qué estás haciendo para mostrar ese amor que dices sentir por Él?, ¿Estás dispuesto a hacer lo que humanamente no quisieras hacer, solo por amor a Dios?
A veces estamos viviendo dobles o triples vidas, por una parte tenemos la vida “espiritual” en donde todos nos ven bien y casi perfectos, por otra parte esta la vida en “familia” donde pareciera que no existe ningún problema y todo es felicidad y por otra parte esta “la vida real” en donde nos encontramos solos y somos quienes realmente somos, en donde aflora aquello que bien guardamos delante de los demás, pero que delante de Dios no es un secreto.
Amar a Dios tiene que ver con ser sinceros con nosotros mismos, es vivir una vida realista delante de Dios, reconociendo nuestras debilidades, pero depositándolas en Dios, pidiendo su ayuda para que cada día seamos más conformes a su corazón, mejores personas, mejores esposos, hijos, mejores servidores de los demás, etc.
¿Amas tanto a Dios como para estar dispuesto a dejar eso que estás haciendo y que no es correcto delante de Dios?, si es así, entonces verdaderamente amas a Dios, porque no solo estas dispuesto a pronunciar que lo amas, sino también a accionar para demostrar lo que realmente sientes hacia Él.
No sé que sea lo que en este momento te está alejando de Dios, no sé qué área de tu vida se ha convertido en una atadura difícil de soltar, no sé qué es lo que pueda estarse anteponiendo a tu relación personal con Dios, pero una cosa si te puedo decir, que no hay nada ni nadie que pueda detenerte cuando realmente estas dispuesto a DEMOSTRAR el amor que tienes por Dios.
Hoy quiero invitarte a ser valiente, a saber que cuando te dispones a demostrarle a Dios lo mucho que lo amas, lo tendrás a Él de tu lado dándote las fuerzas que necesitas para tomar decisiones determinantes en tu vida, siempre que decidas agradar a Dios tienes que estar seguro que Dios estará a tu lado en cada momento y que Él no te dejara solo.
Hoy puedes tomar la decisión más hermosa y demostrativa del amor que sientes por Dios, hoy puedes decidir hacer a un lado todo aquello que lo único que te ha provocado es vergüenza delante de Dios, hoy puedes decirle con convicción y con hecho lo mucho que lo amas, ¿Cómo?, ¡Accionando! Tomando las decisiones que tengas que tomar para agradar a Dios, y eso, será una muestra hermosa del amor que realmente le tienes.
¡Amar no es solo decir, sino ACTUAR!, ¡Actúa!
“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” Deuteronomio 7:9 (Reina-Valera 1960)

Autor: Enrique Monterroza

sábado, 2 de junio de 2012

¡Dios responde con más de lo esperado!

¡Dios responde con más de lo esperado!Una de las frases más escuchadas en la iglesia es “¡Dios responde la oración!” Sin embargo ésta es un verdad a medias. La verdad es que “Dios responde la oración con más de lo esperado! 
Oseas profetizó a Israel “Ustedes que han caído por su pecado pero aún son pueblo de Dios” (ver Oseas 14:1).
“Llevad con vosotros palabras de súplica, volved a Jehová y decidle: «Quita toda iniquidad, acepta lo bueno, te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios.”(Oseas 14:2).
La oración de Israel fue simple. Todo lo que ellos le pidieron a Dios fue que quitara su pecado y que los recibiera con gracia. “¡Señor ten misericordia! Limpianos y recíbenos bajo Tu gracia.” ¡Dios no solamente los limpió y recibió con gracia sino que Él también añadió bendiciones que fueron más allá de su imaginación!
 “Yo los sanaré de su rebelión, los amaré de pura gracia, porque mi ira se apartó de ellos.Yo seré a Israel como rocío: él florecerá como lirio y hundirá sus raíces como el Líbano. Se extenderán sus ramas, su gloria será como la del olivo y perfumará como el Líbano. Volverán a sentarse a su sombra; serán vivificados como el trigo y florecerán como la vid; su olor será como de vino del Líbano” (Oseas 14:4-7).
El rocío del cielo (14:5) es la presencia del Señor. Hasta ese momento había sequía y todo estaba desvaneciendo porque el favor del Señor se había apartado. Pero ahora, debido al arrepentimiento verdadero y a la oración proveniente de un corazón honesto, Dios dijo que Él traería vida a todo lugar. ¡Israel no solamente fue perdonado sino también revivido! Ellos ahora estarían bien cimentados, expandidos y prosperados! 
Todo lo que ellos pidieron fue misericordia, perdón y aceptación. En su lugar, ¡Dios abrió las ventanas de los cielos y derramó sobre ellos bendiciones que ellos nunca esperaron recibir! ¡Dios respondió su oración sobreabundantemente!  
¡Dios ha hecho lo mismo por usted! Cuando usted se arrepintió, todo lo que le pidió a Dios fue un corazón limpio, perdón y paz. Sin embargo, observe cómo Él ha contestado su oración rebasando sus peticiones: Él le dió un corazón hambriento -¡hambre por más de Jesús! Él le dió ojos para ver y oídos para escuchar. Él lo ha protegido del diablo malvado y ha inundado su alma con esperanza, gozo y felicidad!
 ¡Usted solamente pidió ser salvo y limpio, y Dios ha derramado sobre usted bendición tras bendición! ¡Él le ha contestado sobreabundantemente!