sábado, 28 de enero de 2012

Aprendiendo y desaprendiendo

Aprendiendo y desaprendiendoY si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. (Sant. 1: 5).
Moisés pasó cuarenta años en los desiertos de Madián, como pastor de ovejas. Aparentemente apartado para siempre de la misión de su vida, recibió la disciplina esencial para su realización (1)
Moisés había aprendido muchas cosas que debía olvidar.

Las influencias que le habían rodeado en Egipto, el amor a su madre adoptiva, su propia elevada posición como nieto del rey, el libertinaje que reinaba por doquiera, el refinamiento, la sutileza y el misticismo de una falsa religión, el esplendor del culto idólatra, la solemne grandeza de la arquitectura y de la escultura; todo esto había dejado una profunda impresión en su mente entonces en desarrollo, y hasta cierto punto había amoldado sus hábitos y su carácter.
El tiempo, el cambio de ambiente y la comunión con Dios podían hacer desaparecer estas impresiones. Exigiría de parte de Moisés mismo casi una lucha a muerte renunciar al error y aceptar la verdad; pero Dios sería su ayudador cuando el conflicto fuese demasiado severo para sus fuerzas humanas...
Para recibir ayuda de Dios, el hombre debe reconocer su debilidad y deficiencia; debe esforzarse por realizar el gran cambio que ha de verificarse en él. . . Muchos no llegan a la posición que podrían ocupar porque esperan que Dios haga por ellos lo que él les ha dado poder para hacer por sí mismos. . .
Enclaustrado dentro de los baluartes que formaban las montañas, Moisés estaba solo con Dios. Los magníficos templos de Egipto ya no le impresionaban con su falsedad y superstición. En la solemne grandeza de las colinas sempiternas percibía la majestad del Altísimo, y por contraste, comprendía cuán impotentes e insignificantes eran los dioses de Egipto. Por doquiera veía escrito el nombre del Creador. Moisés parecía encontrarse ante su presencia, eclipsado por su poder.
Allí fueron barridos su orgullo y su confianza propia. En la austera sencillez de su vida del desierto, desaparecieron los resultados de la comodidad y el lujo de Egipto. Moisés llegó a ser paciente, reverente y humilde, "muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra" (Núm. 12: 3), y sin embargo, era fuerte en su fe en el poderoso Dios de Jacob. (2)

Autor: Ellen G. White

Referencias:
(1) La Educación, pág. 59
(2) Patriarcas y Profetas, págs. 234, 255

Apuntes de Profecía

La educación comienza con el lactante. La palabra "educación"  ignifica más que un curso de estudios. La educación comienza cuando el niño está en los brazos de su madre. Mientras la madre moldea y forma el carácter de sus hijos, los está educando.Los padres envían a sus hijos a la escuela y cuando han hecho esto, piensan que ya los han educado. Pero la educación es una cuestión más amplia de lo que muchos comprenden: abarca todo el proceso mediante el cual el niño es instruido desde el nacimiento a la segunda infancia, de la segunda infancia a la juventud, y de la juventud a la adultez. Tan pronto como un niño es capaz de formar una idea, debería comenzar su educación.

(Conducción del Niño. Capítulo 3) 

sábado, 21 de enero de 2012

Apuntes de Profecía


LA IGLESIA es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Fue organizada para servir, y su misión es la de anunciar el Evangelio al mundo. Desde el principio fue, el plan de Dios que su iglesia reflejase al mundo su plenitud y suficiencia. Los miembros de la iglesia, los que han sido llamados de las tinieblas a su luz admirable, han de revelar su gloria. La iglesia es la depositaria de las riquezas de la gracia de Cristo; y mediante la iglesia se manifestará con el tiempo, aún a "los principados y potestades en los
cielos"(Efe.3: 10), el despliegue final y pleno del amor de Dios.
(Hechos de los Apóstoles, pág 5)

Hoy decido Perdonar


Hoy decido perdonarA veces somos muy injustos con el perdón, Dios ha perdonado todos nuestros pecados y sanado nuestras heridas, pero a nosotros se nos hace muy pero muy difícil perdonar a aquel que hizo algo que nos dolió mucho.
Y digo que somos injustos con el perdón, porque nos gusta que Dios nos perdone, pero no nos gusta perdonar.
A menudo veo y oigo a personas que se supone “han perdonado”, pero sus palabras, sus frases denotan que lo que existe en su corazón, es verdaderamente falta de perdón.

Cuando nosotros perdonamos a alguien, no tenemos porque andar sacando en cara lo que nos hicieron, ¿Acaso no lo perdonamos ya?, ¿Por qué andar recordándole cada que se puede lo que hizo?, eso es ser injusto, porque Dios no nos anda recordando a cada momento nuestros pecados como razón para acusarnos y hacernos sentir mal, al contrario, Dios olvida nuestros pecados y nos hace nuevas criaturas.
Reflexionar sobre el perdón que injustamente no otorgamos, me lleva a la Palabra de Dios, especialmente al pasaje del siervo que fue perdonado, pero no quiso perdonar.
“Entonces Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, si un miembro de la iglesia me hace algo malo, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Sólo siete veces? Jesús le contestó: —No basta con perdonar al hermano sólo siete veces. Hay que perdonarlo una y otra vez; es decir, siempre.»
En el reino de Dios sucede algo parecido a lo que cierta vez sucedió en un país. El rey mandó llamar a sus empleados para que le informaran cómo andaban sus negocios y para que le pagaran todo lo que le debían.» Cuando comenzó a sacar cuentas, le llevaron un empleado que le debía sesenta millones de monedas de plata. Como el empleado no tenía dinero para pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa y sus hijos, y que vendieran también todo lo que tenía. Así, con el dinero de esa venta, la deuda quedaría pagada.»
Pero el empleado se arrodilló delante del rey y le suplicó: “Señor, déme usted un poco más de tiempo y le pagaré todo lo que le debo.”» El rey sintió compasión de su empleado y le dijo: “Vete tranquilo; te perdono todo lo que me debes.”» Al salir del palacio del rey, ese empleado se encontró con un compañero que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y le dijo: “¡Págame ahora mismo lo que me debes!”» El compañero se arrodilló delante de él y le suplicó: “Dame un poco más de tiempo y te lo pagaré todo.”» Pero aquel empleado no quiso darle tiempo, y mandó que metieran a su compañero en la cárcel, hasta que pagara el dinero que le debía.» Los otros compañeros, al ver lo que había pasado, se molestaron mucho y fueron a contárselo al rey.» Entonces el rey mandó llamar a aquel empleado y le dijo: “¡Qué malvado eres! Te perdoné todo lo que me debías, porque me lo suplicaste.
¿Por qué no tuviste compasión de tu compañero, así como yo la tuve de ti?”» El rey se puso furioso, y ordenó que castigaran a ese empleado hasta que pagara todo lo que le debía. Jesús terminó diciendo: «Lo mismo hará Dios mi Padre con cada uno de ustedes, si no perdonan sinceramente a su hermano.»”
Mateo 18:21-35 (Traducción en lenguaje actual)

Creo que la historia que narra la Biblia es muy clara, también por eso escogí la versión Traducción en Lenguaje Actual para que al leerla pudiera ser aun mas entendible a nuestros tiempos.

¿Cuántos de nosotros somos como ese siervo que fue perdonado?, Dios nos perdono cosas que creíamos que no podían ser perdonadas, nuestros pecados no eran razón para sentirnos orgullosos, sino que nos avergonzaban, pero Dios tuvo compasión de nosotros y nos perdono TOTALMENTE nuestros pecados. Pero ahora que Dios nos ha perdonado, ¿Qué perdón estamos otorgando hacia aquellos que pecaron contra nosotros?

Es increíble ver como personas que han sido perdonadas por Dios de todos sus pecados, hoy en día no pueden perdonar a aquel o aquella que hizo algo contra él o ella. Se puede percibir a través de las palabras que de la boca de esas personas salen hacia aquella persona la cual no han perdonado, que en su corazón anidan esa falta de perdón que aunque quiera negar, no los deja vivir una vida libre en Dios.

La falta de perdón es una de las razones porque la gente no puede experimentar el gozo total en sus vidas. Por lo general la gente que no ha podido perdonar y sigue sintiendo ciertos sentimientos negativos hacia aquellos que pecaron contra ellos, son personas amargadas, personas enojadas, personas impulsivas que cualquier cosa hace que exploten.

Y es que la falta de perdón hacia aquellos que un día nos fallaron es como un cáncer que poco a poco va atacando nuestra vida espiritual y si de ser posible nos destruirá.

Y es que el Espíritu de Dios no se puede mover libremente en la vida de una persona que no puede perdonar. Cuando Dios te llamo te hizo LIBRE y esa libertad es la que tienes que cuidar que permanezca siempre, pero cuando tú no perdonas, eres esclavo de esa persona a la cual no puedes perdonar. Y esclavo porque cada cosa mala que te pase o similar a lo que te sucedió con aquella persona, traerá a tu mente la imagen de esa persona que no puedes perdonar. Posiblemente estarás sonriendo y al recordarte de esa persona que no puedes perdonar, tu sonrisa se transformara en una cara de pocos amigos. ¿Por qué ser esclavo del rencor u odio?, Cuando puedes ser una persona compasiva y misericordiosa, tal y como Dios hizo contigo.

Quizá hasta este punto tú digas: “Es que lo que me hizo no merece perdón”, ó “Es que hasta la fecha nunca me ha pedido perdón por lo que me hizo”, quiero que sepas que no necesariamente esa persona tiene que ir delante de ti y humillarse para que tú puedas perdonarla. Quizá por mucho tiempo has esperado que esa persona te busque y te pida perdón y si es de rodillas pues mejor, pero eso no ha pasado, y quizá esa es una de las razones por la que tu vida no puede experimentar el gozo a plenitud, porque sigues amarrado a esa falta de perdón hacia esa persona.

Quiero que entiendas algo: Para perdonar no necesitas que esa persona llegue hasta donde ti, porque, ¿Qué tal si esa persona ya ni vive?, ¿Qué tal si esa persona humanamente le es imposible llegar hasta donde ti?, ó ¿Qué tal si a esa persona hasta se le olvido lo que un día te hizo a ti?, ¿Quién es el más perjudicado en todo esto? TÚ.

Tú eres el más perjudicado o la más perjudicada, porque eres tú y nada más que tú quien anida todavía esos sentimientos de falta de perdón hacia esa persona. ¿Por qué te sigues esclavizando a la falta de perdón?

Un día escuche una frase más o menos así: “Tener rencor o envidia es como tomar veneno uno mismo y esperar a que el otro se muera”. ¡Cuánta verdad hay en esta frase!, sí, porque igualmente es la falta de perdón, es como tomar veneno uno mismo, porque el único perjudicado al no perdonar, es UNO MISMO.

Hoy es un buen día para perdonar de verdad, hoy es un buen día para entender que no necesito que me pidan perdón como para perdonar a esa persona que tanto daño quizá nos hizo. Tú puedes hacerlo, tan solo con liberarte de ello en esta hora, si tú quieres hacerlo hoy quiero invitarte a que repitas de corazón y con sinceridad la siguiente oración que te guiare:
Oración a Jesús
“Dios mío, hoy vengo delante de ti porque reconozco mi necesidad de ti, reconozco que los últimos tiempos he cometido el error de no poder perdonar, tú sabes que me cuesta Señor, tú sabes que me dolió lo que me hizo esa persona, también sabes al examinar mi corazón, que no quiero sentir esto más, tú sabes que hoy quiero ser libre totalmente de este sentimiento que nada bueno me ha traído y que me ha hecho sufrir mucho. Señor, hoy con tu ayuda quiero perdonar a todas aquellas personas que me hicieron un mal, hoy quiero perdonar a todos aquellos que pecaron contra mí, perdono a mis padres, a mi familia, a mis hermanos, a mis amigos, a todos aquellos que de una u otra forma un día marcaron negativamente mi vida, HOY QUIERO SER LIBRE, hoy quiero que limpies mi corazón y mi mente para no recordar mas esos malos episodios y si los llegare a recordar, permíteme no sentir más toda ese enojo, rencor u odio que hasta hoy sentía. Hoy te pido perdón por no haber podido perdonar antes, pero HOY PERDONO A TODOS LO QUE ME FALLARON E HICIERON UN MAL CONTRA MI. No importando el momento, el tiempo, el nombre, ni el lugar, HOY PERDONO A TODOS. Señor, yo se que tú y solo tú puedes darme la capacidad de perdonar totalmente, a partir de hoy quiero ser una nueva persona, quiero experimentar tu gozo a plenitud, examina mi corazón y mi mente, limpia todo lo que tengas que limpiar, pero sobre todo dame un corazón que te anhele y te busque, a partir de hoy quiero comenzar de nuevo, a tu lado, porque solo con tu ayuda puedo salir adelante. Gracias Señor, gracias, porque puedo sentir tu presencia sobre mi vida, gracias porque puedo sentir como estas limpiando mi corazón y mi mente, gracias porque puedo sentir tu abrazo sobre mí, pero sobre todo, gracias por darme la capacidad de perdonar ESTE DÍA A TODOS. En el Nombre Poderoso de Jesús, Amén”.
¡Gloria a Dios! Si tú realmente hiciste esta oración con toda sinceridad delante del Señor, estoy seguro que a partir de este día comenzaras a ver todas las cosas desde otra perspectiva, estoy seguro que Dios ha sanado tu corazón y tu mente de todo aquello que no te dejaba ser libre.

Hoy Dios escucho tus palabras sinceras y examino tú corazón y vio que realmente perdonaste, por lo tanto a partir de este día comenzaras a experimentar sucesos hermosos en tu vida y comenzaras a ver como Dios obrara más libremente sobre ti.

¡Gloria a Dios!, porque solo Él puede poner en ti, en deseo de ser libre y buscarlo cada día más.
¡Hoy eres Libre de TODO! ¡Disfruta tu Libertad!
Autor: Enrique Monterroza

sábado, 14 de enero de 2012

Apuntes de Profecía

Desde los tiempos más remotos, los fieles de Israel habían prestado
mucha atención a la educación de la juventud. El Señor había indicado que, desde la más tierna infancia, debía enseñarse a los niños su bonda y grandeza, especialmente en la forma en que se revelaban en la ley divina y en la historia de Israel. Los cantos, las oraciones y las lecciones de las Escrituras debían adaptarse a los intelectos en desarrollo. Los padres debían enseñar a sus hijos que la ley de Dios es una expresión de su carácter, y que al recibir los principios de la ley en el corazón, la imagen de Dios se grababa en la mente y el alma. Gran parte de la enseñanza era oral; pero los jóvenes aprendían también a leer los escritos hebreos; y podían estudiar los pergaminos del Antiguo Testamento.


(El deseado de Todas las gentes, pág. 49)


viernes, 13 de enero de 2012

enlace para ver la matutina diaria adultos

http://www.escuelasabatica.cl/2012/tri1/lecc2/leccion.htm

Aviso: se encuentra en la parte de arriba a la derecha.

Una ofrenda "sin mancha"

Una ofrenda "sin mancha"Cuando me miro a mí mismo, no logro ver cómo puedo ser salvo. Pero cuando miro a Jesús, no logro ver cómo puedo perderme”.
Esta frase, atribuida a Martín Lutero, resume claramente la grandeza del evangelio.
Comencemos por lo que somos. Pablo nos dice que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Significa que soy pecador e incapaz de agradar a Dios.
Separado de él, soy culpable; soy un ejemplo de total depravación; soy una fuente de corrupción. Apartado de Dios soy un desastre –que no está en el futuro, sino que ha sucedido. Entonces, ¿cómo haré para vivir en el cielo ante la presencia de un Dios santo, si estoy en bancarrota moral y espiritual?

El ideal de Dios para sus seguidores
El ideal que Dios ha fijado para su pueblo es alto, claro y específico. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). ¿Es esto lo que Dios realmente requiere de nosotros? Al escribir a los de Éfeso Pablo menciona el deseo de Cristo para la iglesia:“a fin de presentársela a si mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:27). Ningún tipo de arrugas ni manchas. Este es el deseo de Dios.
¿Parece imposible? ¿Cómo puedo cumplir con estos requisitos para ser salvo y permanecer salvo? ¿Cómo puedo alcanzar este ideal? Humanamente hablando no hay forma de lograrlo. Sin embargo, sabemos que Dios es recto y justo; él no pondría un ideal imposible de alcanzar. Apocalipsis 7:9 nos ofrece este hermoso consuelo y nos alienta: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos”. Este cuadro del futuro es alentador ya que una multitud de personas que nadie puede contar está allí, vestida de blanco puro, sin mancha. Todos encontraron el camino.

Hay un camino
Jesús dijo, “Yo soy el camino” (Juan 14:6). Esto es sencillo, profundo y muy emocionante. Jesús es el camino. La justicia que viene de su gracia impartida gratuitamente nos provee el camino. Pero esta justicia está lejos de nuestra propia justicia, de nuestras propias buenas obras. Aunque seamos temperantes, rechacemos la vanidad y lo superfluo, participemos en los servicios de la iglesia, distribuyamos literatura espiritual o demos estudios bíblicos, nunca lo lograríamos –alejados de la justicia de Dios- porque la mejor justicia que nosotros podemos producir es tan solo “trapos de inmundicia” (Isaías 64:6).
Cuando hacemos referencia a la gracia otorgada por Dios, no estamos hablando de gracia barata que no demanda ninguna obediencia de nuestra parte. En realidad, la gracia divina es la gracia más costosa que uno pueda imaginar, ya que le costó a Dios la vida de su Hijo. Esta es la razón por la cual Jesús es el camino; una verdad que todos deben comprender. Las personas que han hecho énfasis en comportamiento, desempeño, obediencia, ley, ideales y reglas, necesitan conocer esta verdad. Los que se identifican como cristianos pero que no tienen gozo o seguridad en su vida espiritual, necesitan conocer esta verdad. Las personas que confían en sus propios logros, necesitan conocer esta verdad. Los adventistas que se sienten culpables, cargados, condenados y agotados por vanos intentos, necesitan conocer esta verdad. Si tú piensas que nunca lo lograrás, necesitas saber y entender el significado de las palabras: “Yo soy el Camino!”.
Debido a que Jesús es el camino, yo puedo ser aceptado si él me está transformando en aceptable. Puedo ser perfecto si él me está perfeccionando. Puedo estar listo si él me está preparando. Puedo unirme con gozo a la afirmación de Martín Lucero, “Cuando me miro a mí mismo, no logro ver cómo puedo ser salvo. Pero cuando miro a Jesús, no logro ver cómo puedo perderme”.
El 21 de mayo de 1946, Louis Slotin y otros siete hombres estaban realizando un experimento peligroso en Los Alamos, Nueva México. Estaban trabajando con pedazos de plutonio, que produce una radioactividad mortal cuando se une una cantidad suficiente de la misma. Durante el experimento, las piezas fueron accidentalmente empujadas con el codo acercándolas demasiado; una gran carga de radioactividad llenó la habitación. Stolin se movilizó inmediatamente. Con sus manos desnudas, separó las partes radioactivas, pero al realizarlo se expuso a una dosis mortífera de radiación. Algunos días después falleció, aunque los otros siete sobrevivieron.
Jesús descendió a este peligroso y mortal laboratorio terrenal en donde vivimos. En la cruz se abalanzó sobre la fuerza explosiva y destructiva del pecado, cubriéndola con su propio cuerpo para que pudiéramos escapar y vivir. Su muerte salvó nuestras vidas.

Una ofrenda sin mancha
Recordemos los servicios del templo en el Antiguo Testamento. Una persona del pueblo de Dios culpable por un pecado, iba al santuario con una ofrenda para estar a cuentas con Dios. ¿Instruyó Dios que la persona fuera la ofrenda o que la llevara? ¿Requería Dios que el ofertante fuera “sin mancha” o que la ofrenda lo fuera? ¿La vida de quién era tomada para pagar el precio del quebrantamiento de la ley de Dios, la del pecador o la del cordero? ¿El pecador era justificado, limpiado y reconciliado con Dios sobre la base de ser el correcto tipo de ofrenda o de llevar la ofrenda adecuada?
Imaginemos que miramos el servicio del santuario. ¿Ves al sacerdote examinando el cordero para asegurarse de que es una ofrenda sin mancha? ¿Puedes ver al pecador arrepentido colocar sus manos sobre la cabeza de la ofrenda, confesar sus pecados, transfiriéndolos así al cordero completamente inocente y perfecto? ¿Te percatas de que es la vida del cordero la que es sacrificada y que es la sangre del mismo la que es llevada al santuario para hacer expiación y reconciliación por el pecador?
Acerca de la naturaleza de la ofrenda, recuerda Levítico 22:19-21: “para que sea aceptado, ofreceréis macho sin defecto de entre el ganado vacuno, de entre los corderos, o de entre las cabras. Ninguna cosa en que haya defecto ofreceréis, porque no será acepto por vosotros.”
Una ofrenda sin mancha. En contraste con este punto de referencia, me miro a mí mismo. Soy defectuoso. No importa cuánto me esfuerce por tratar de ser “sin mancha”, nunca logro ser lo suficientemente bueno como para ser ofrenda. Pero debo mirar hacia otra dirección.

Cristo, el único sin mancha
Necesitamos mirar a Cristo. Él es nuestro ejemplo. Pero al hablar de salvación, necesitamos algo más que un ejemplo. Necesitamos un sacrificio, y Cristo –quien no tiene mancha– es nuestro sacrificio. Al morir por nuestros pecados, se transformó en nuestro substituto, nuestro Salvador. Por lo tanto, Lutero podía aseverar con total confianza: “pero cuando miro a Jesús, no logro ver cómo puedo perderme”.
¿Esto significa que mis “obras” no cuentan? ¿Quiere decir esto que mi crecimiento espiritual y de santificación no significan nada? ¿Mi obediencia tampoco? ¿Mi esfuerzo para lograr la salvación no hace ninguna diferencia para Dios?
Claro que sí, hace diferencia como “fruto” de mi salvación por fe en Jesucristo, la ofrenda que Dios proveyó. Pero no es la “raíz”. Lo que hago en obediencia amante para aquel que provee una ofrenda aceptable es la evidencia o fruto de mi experiencia de salvación.

Conclusión
Nosotros no somos la ofrenda ni podemos serla. Llevamos una ofrenda: el Cordero de Dios sin mancha. En una iglesia de Alemania hay una escultura de un cordero en el techo. Cuando estaban construyendo la iglesia, uno de los trabajadores cayó del techo al suelo. Sus compañeros bajaron tan rápido como les fue posible, imaginando que lo encontrarían muerto, pero estaba ileso. Un cordero estaba pastando junto a la construcción y el hombre había caído encima, aplastándolo completamente. Su gratitud fue tan grande que decidió esculpir un cordero de piedra como recordatorio del sacrificio del cordero que le salvó la vida.
Jesús, el Cordero de Dios, murió en la cruz para salvarte a ti y a mí. Podemos experimentar el gozo y la libertad de la salvación si vamos a Dios en el nombre de aquella ofrenda “sin mancha”, en el nombre de Jesús, en nombre de quien somos contados justos a través de la fe.

Autor: Gerry D. Karst (M.Div., Andrews University) es vicepresidente general de la Iglesia Cristiana Adventista y miembro del consejo administrativo de la universidad Andrews.

miércoles, 11 de enero de 2012

Del conflicto a la reconciliación

Del conflicto a la reconciliación: el perdón«Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la misma manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros» (Col. 3:13)
En el camino que lleva a la reconciliación hay un paso fundamental: el perdón. Es el sello que marca el final de una disputa y constituye el ingrediente más distintivo del cristiano en cualquier conflicto.
El perdón está en el corazón mismo del Evangelio. Todo el mensaje cristiano gira alrededor del perdón de Dios a través de la cruz de Cristo y nos da ejemplo a nosotros, como discípulos suyos, a ofrecer el perdón allí donde sea necesario.
Fallar u obedecer en este punto viene a ser un test básico de nuestra madurez cristiana.
¿Qué nos enseña la Palabra de Dios sobre este tema? Necesitamos entender bien qué es perdonar y sus implicaciones prácticas.

El perdón va más allá de la paz
La paz no siempre es posible.
A pesar de la mejor disposición que uno pueda tener, hay ocasiones cuando no se logra restaurar una relación rota.
El apóstol Pablo ya lo deja entrever en su clara exhortación a la paz: «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres» (Ro. 12:18). Pablo, hombre curtido en mil conflictos, inicia el versículo con dos notas previas: «si es posible» y «en cuanto dependa de vosotros».
Estas dos pequeñas cláusulas le dan un toque de realismo imprescindible y nos liberan de expectativas exageradas. La paz no siempre es posible sencillamente porque es cosa de dos, no depende de una sola parte. Nuestra responsabilidad -lo que se espera de nosotros- es intentarlo, tomar la iniciativa, hacer todo lo posible para llegar a «estar en paz con todos los hombres». Los resultados ya no están en nuestras manos.
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
(Lc. 23:34). El ejemplo del Señor Jesús es bien elocuente. En ningún momento él regateó esfuerzos para estar en paz con sus contemporáneos, a los que amó hasta el momento mismo de su muerte. Sin embargo, a pesar de su carácter santo, irreprochable, vivió rodeado de enemigos que, en último término, le llevaron a la cruz. ¿Cómo se explica esta paradoja? No podemos acercarnos al tema de la reconciliación olvidando la realidad del pecado. Vivimos en un mundo donde el diablo tiene como una de sus metas dividir, separar, alzar muros entre las personas. Por esta razón, habrá ocasiones en que todos nuestros esfuerzos por lograr la paz serán baldíos.
El perdón, sin embargo, no necesita de la paz. No depende de la reconciliación, va más lejos de la restauración de la relación.
El ejemplo del Señor, de nuevo, nos marca la pauta. Clavado ya en la cruz, ridiculizado y torturado por los enemigos a los que había intentado amar, cerca ya de la agonía, pronuncia unas memorables palabras que contienen, en forma de síntesis luminosa, el meollo del Evangelio: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». (Lc. 23:34)
Aunque la reconciliación no sea posible, siempre hay algo que el cristiano puede y debe hacer: perdonar.

La práctica del perdón
Transformando heridas en cicatrices.
Perdonar implica eliminar todos los sentimientos y pensamientos negativos hacia la otra persona. El resentimiento, el odio, el deseo de venganza deben desaparecer con el perdón genuino. En este sentido, perdonar es un proceso similar a la curación de una herida: al principio, está abierta, sangra fácilmente y duele. Pero, una vez se ha convertido en cicatriz, ya no duele ni sangra. El perdón es como transformar heridas abiertas en cicatrices. De esta ilustración se desprenden varios aspectos importantes.
Un proceso largo y costoso.
La disposición a perdonar puede –y debería- ser inmediata; ésta es la voluntad de Dios. Pero llegar a completar el proceso emocional y moral del perdón suele llevar su tiempo. Hay un camino a recorrer desde el momento en que se decide perdonar hasta que se hace efectivo. Recordemos el caso de José en el Antiguo Testamento. Perdonó a sus hermanos (ver los emotivos pasajes de Gn. 45 y Gn. 50), pero no antes de pasar por un dilatado proceso (seguramente meses) en el que tuvo que luchar contra sus propias reacciones. Es importante, sin embargo, afirmar desde el primer momento: «estoy decidido a perdonar, aunque la curación de mis heridas requiera más tiempo».
Puedes hacerlo tú solo.
El perdón puede ser unilateral: yo puedo, y debo, perdonar aunque la otra persona se muestre reacia a perdonar o ser perdonada. Puedo perdonar en la intimidad de mi corazón, en secreto, sin que la otra parte lo sepa. Este fue el caso de Esteban cuando, a punto de morir exclamó: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hch. 7:60). Debemos estar dispuestos a perdonar aunque no se nos pida, o incluso cuando siguen ofendiéndonos.
¿Amigos de nuevo?
La meta primera del perdón no es que las partes enfrentadas vuelvan a ser amigas, sino que eliminen el veneno de su corazón. Hay veces en que es imposible volver al mismo tipo de relación después de una ofensa grave. Así ocurre, por ejemplo, en algunos casos de divorcio. Dios no nos pide un ejercicio de masoquismo restaurando relaciones imposibles. La reconciliación es un resultado deseable, pero no siempre posible. Pero sí que nos pide amar al ofensor con el amor sobrenatural que es fruto del Espíritu, el agape de Cristo. Alguien dijo que el perdón es la mejor manera de librarse de los enemigos. Esta es exactamente la idea de Ro. 12:20-21.
¿Perdonar requiere olvidar?
La mente humana es como un álbum de recuerdos que permanecen para siempre. No podemos esperar que el perdón borre estas memorias. Ello sería absurdo. Cuando hay perdón, el recuerdo de una experiencia dolorosa sigue ahí, pero ya no evoca sentimientos negativos u odio. La idea de la cicatriz nos ayuda a entenderlo: la cicatriz es el recuerdo de un trauma pasado; queda ahí para siempre, pero ya no duele ni sangra ni se infecta. La herida está cerrada. No podemos borrar los recuerdos de nuestra mente, pero sí podemos quitar el veneno de esos recuerdos. En realidad, recordar puede ser positivo porque nos evita repetir los mismos errores o faltas. Alguien dijo, refiriéndose al holocausto judío, que recordar es la mejor vacuna para no repetir.
El problema con la frase «yo perdono, pero no olvido», frecuente en labios de algunas personas, es que siguen albergando deseos de venganza y resentimiento en su corazón. No hay un simple recuerdo; es el recuerdo más su correspondiente dosis de veneno. Esta actitud sí es pecado.
Dios es el único que puede perdonar y al mismo tiempo olvidar porque él está fuera del tiempo «Yo, yo soy el que borro tus rebeliones... y no me acordaré de tus pecados» (Is. 43:25)

Aprendiendo a perdonar
Un antiguo proverbio latino dice: «Errar es humano, perdonar es divino». Si el perdón tiene un origen divino, ¿cómo estimular esta práctica tan importante en las relaciones humanas? El aprendizaje del perdón se fundamenta en dos grandes realidades cuya ausencia va a dificultar mucho un perdón genuino.
Ser conscientes de nuestros pecados.
Tomar conciencia de nuestras propias faltas es el requisito inicial para perdonar. Si no somos capaces de ver primero «la viga» en nuestro propio ojo, difícilmente llegaremos a perdonar al prójimo. Este fue el procedimiento que siguió Jesús en casa de Simón el fariseo (Lc. 7:36-50). Simón veía con nitidez los pecados de aquella mujer, pero estaba ciego ante sus propias faltas.
Por ello, Jesús las pone al descubierto: «no me diste agua para mis pies... no me diste beso... no ungiste mi cabeza con aceite» (Lc. 7:44-46). Es interesante observar que eran pecados de omisión: Jesús no le recrimina un mal que había cometido, sino un bien que había dejado de hacer. Y es que, para Dios, tan graves son nuestros pecados de omisión como los de comisión.
La reprensión del Señor a Simón apunta a un aspecto crucial: la esencia del pecado no está en el mal que le hacemos al prójimo, sino en el bien que dejamos de hacerle a Dios: dejar de darle la honra y adoración que merece (como se expresa claramente en Ro. 1:21).
Por tanto, perdonar requiere, primero, arrojar luz en los oscuros rincones de nuestra conducta y descubrir la sutileza del pecado que «mora en mí»: el egoísmo en nuestras motivaciones, la soberbia, el orgullo, el laberinto de nuestras pasiones, nuestro potencial violento, la vanidad y una lista larga de «obras de la carne» se ponen al descubierto cuando nos miramos en el espejo de la Palabra de Dios. Los seres humanos tenemos la vista muy fina para ver la «paja» del ojo ajeno, pero sufrimos miopía a la hora de descubrir nuestras faltas.
La incapacidad para reconocer el pecado propio es un gran obstáculo para perdonar porque lleva a la soberbia. Y una persona soberbia trata a los demás con tanta severidad como es indulgente consigo misma. Este fue el problema de Simón en particular y de los fariseos en general. Por ello Jesús, en otra ocasión tuvo que avergonzarles con aquel reto: «el que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella» (Jn. 8:7). Por el contrario, reconocer nuestras faltas nos pone en una situación de humildad, nos hace sentir «pobres» delante de Dios y nos lleva a exclamar la petición del Padrenuestro «perdónanos nuestras deudas (ofensas) como nosotros perdonamos a nuestros deudores (ofensores)». (Mt. 6:12)

Experimentar el perdón de Cristo
Simón tenía dificultades para aceptar y amar a la mujer pecadora no sólo por su orgullo, sino también porque él mismo no había experimentado el perdón: «aquel a quien se le perdona poco, poco ama» le dijo Jesús (Lc. 7:47). En la medida en que yo me siento deudor de Dios -conciencia de pecado- y perdonado por él, seré capaz de perdonar al prójimo.
Es cierto que el perdón no es patrimonio exclusivo de los cristianos; pero el creyente es quien está en mejores condiciones para perdonar porque él mismo lo ha experimentado. Suplicar el perdón de Cristo y recibirlo nos obliga moralmente a perdonar: «si el Señor me ha perdonado tanto a mí, ¿cómo no voy a perdonar yo tan poco a mi prójimo?»
Este efecto motivador del perdón divino actúa también por la vía del ejemplo, no sólo de la obligación moral: «De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros» (Col. 3:13). ¡Qué gran privilegio y qué gran reto! Para cumplirlo contamos con el poder de su gracia.
Autor: Dr. Pablo Martínez Vila

sábado, 7 de enero de 2012

Apuntes de Profecía

"He visto el tierno amor de Dios por su pueblo, y es muy grande. Vi ángeles que extendían sus alas sobre los santos. Cada santo tenía su ángel custodio. Si los santos lloraban desalentados o estaban en peligro, los ángeles que sin cesar los asistían, volaban con presteza a llevar la noticia, y los ángeles de la ciudad cesaban de cantar. Entonces Jesús comisionaba a otro ángel para que bajase a alentarlos, vigilarlos y procurar que no se apartaran del sendero estrecho; pero si los santos desdeñaban el vigilante cuidado de aquellos ángeles, rechazaban su consuelo y seguían extraviados, los ángeles se entristecían y lloraban. Llevaban allá arriba la noticia, y todos los ángeles de la ciudad se echaban a llorar y en alta voz decían: "Amén." Pero si los santos fijaban los ojos en el premió que los aguardaba y glorificaban a Dios en alabanza, entonces los ángeles llevaban a la ciudad la grata nueva, y los ángeles de la ciudad tañían sus áureas arpas, y cantaban en alta voz: "¡Aleluya!" y por las bóvedas celestes repercutían sus hermosos cánticos".

(Primeros Escritos, Pág. 39)

¿Qué es Apuntes de Profecía?

Apuntes de Profecía es una nueva sección en la que se busca mostrar pequeños párrafos de los escritos iluminados de Elena G. de White.

Jóvenes, no amen al mundo

Jóvenes, no amen al mundo<<No améis al mundo, ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.>> 1 Juan 2: 15
En otra parte dice: «¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? El que quiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios» (Sant. 4: 4).
No puede existir coexistencia pacífica entre el cristiano y las cosas del mundo. Amar el mundo, ir tras sus placeres, deleites, pasatiempos, es ir en contra de Dios.
Por otra parte, seguir fielmente a Dios es, de modo inevitable, ir contra el mundo y hacerse enemigo de él. Esa es una de las grandes pruebas, especialmente para los jóvenes cristianos.
—¿Por qué siempre tiene que ser así? —explotó Juanita—. «¡No hagas esto! ¡No hagas aquello! ¡No puedes estar aquí! ¡No puedes ir allá!» La religión es solamente «No, no» y «No puedes, no puedes». ¡Estoy harta de todo esto! — Pero Juanita —dijo una amiga de un poco más de edad, tratando de apaciguarla—, ¿te parece realmente que las cosas son así?
Yo leo en la Biblia que cada uno tiene que hacer lo que quiera. En efecto, Dios ha hecho provisión para que cada cual haga como le dé la gana. Juanita se aplacó un poco ante esta réplica tan inesperada. —Tal vez tú hayas oído algo que yo no he escuchado —continuó, mientras le saltaban chispas de los ojos—. Todo lo que siempre estoy oyendo acerca de la religión es «No, no y no». Y estoy comenzando a odiarla. Juanita no era la primera adolescente que se quejaba de las estrictas normas de conducta cristianas. Pero conviene aclarar dos cosas.
En primer lugar, Dios da discernimiento para comprender cómo vivir de acuerdo a su voluntad en un mundo donde no siempre se perciben todos los matices de forma diáfana. Donde hay imprecisión, Dios da colirio espiritual para los ojos para ver lo que conviene y lo que no conviene.

En segundo lugar, queda claro que no puede el cristiano vivir en paz y sin conflictos. El mundo siempre será una tentación, y el joven cristiano tendrá que luchar para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. Siempre será necesario negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguir a Jesús, dominando los impulsos y los deseos juveniles. La senda cristiana siempre será ascendente, escabrosa y difícil. El camino que entra por las puertas de la ciudad de Dios es angosto y difícil. Por eso pocos hallan la puerta.
Por esa razón, únicamente aquellos que saben por qué luchan y qué es lo que buscan dan la espalda al mundo y se hacen amigos de Dios.

Todos los libros de Elena G. de White

http://www.pmministries.com/centrowhite/index.htm

viernes, 6 de enero de 2012

Jesús viene a buscarte: ¿Quieres ir a Casa?

Tu padre viene a buscarte: ¿Quieres ir a Casa?"Voy a prepararos un lugar. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis." (Juan 14:2)
Cuando vemos la Biblia en su conjunto y vemos que Dios jamás ha fallado en una promesa, sino que ha sido fiel para cumplir todas y cada una de las promesas que nos hizo, nos damos cuenta que Jesús ciertamente cumplirá la última promesa que nos hizo a sus hijos:
Vendrá en las nubes, a buscarnos.
Nuestro padre ha preparado un lugar para nosotros, y vendrá a buscarnos, para que donde él esté, nosotros también estemos por los siglos de la Eternidad.
Yo ya tengo ganas de irme a casa... ¿Y tú?.

Jesús Volverá porque lo prometió
Cuando Dios promete algo a sus hijos, lo cumple. Quizás podamos desconfiar de él, o quizás veamos que tarda en cumplir las promesas que nos hace. Pero lo cierto, es que Dios las cumple, y en el momento justo. La Biblia está llena de promesas cumplidas por nuestro fiel padre, y nos da la seguridad de que muy pronto, vendrá en las nubes de los cielos, a buscar a sus hijos para llevarlos a una vida llena de felicidad por toda la eternidad.
Es por eso, que los cristianos, esperamos con gran gozo ese día, y confiamos en que Jésús cumplirá lo prometido.
Cuando Jesús se marchó de esta tierra, los ángeles de Dios animaron a los discípulos diciendo que no se entristecieran, puesto que el señor volvería a buscarlos:
"Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas,
los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo."
Hechos 1:10,11
A partir de ese día, la esperanza de ellos, que vivieron día a día con Jesús, fue volver a verlo. Los mismos discípulos de Jesús, que conocieron al maestro en persona, no dudaron de su palabra ni por un instante:
"Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;" Filipenses 3:20
¡ Somos ciudadanos de la patria celestial! La ciudad donde habita Jesús con sus ángeles... y pronto, estaremos allí con él.
"Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia." 2 Pedro 3:13
Pedro conocía bien a Jesús, y su deseo siempre fue ir a casa...
¿Tú también quieres ir a casa?

¿Hay lugar para mi allá en el cielo?
Querido amigo, si supieras que Jesús te ama desde siempre, sabrías que tu lugar allá a su lado está esperándote. Él te amó incluso desde antes de que tú nacieras.
"Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él" Efesios 1:4
Dios pensó en tí mucho antes de la misma fundación del mundo. Antes de crear la tierra, Dios ya te tenía en su mente, en sus planes, con un propósito para ti, y ya te amaba antes de nacer. Es por eso que tú, tienes un lugar allá en el cielo cuando Jesús vuelva a buscarte.
¿Quieres saber desde cuando está preparado tu lugar en el cielo?
"Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo." Mateo 25:34

¿Qué debo hacer para irme con él?
La respuesta a esta pregunta es muy simple.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." Juan 3:16
"Si me amáis, guardad mis mandamientos." Juan 14:15
Cuando creemos en Jesús y lo amamos como amamos a un padre, estamos declarando que pertenecemos al pueblo de Dios, y nos hacemos dueños de las promesas que Jesús nos dejó.
Sólo necesitas un momento, para decirle a Dios que quieres estar allí con Cristo, y él, a través de la oración te escuchará.

Conclusión
Jesús prometió a sus seguidores: "VENDRÉ OTRA VEZ". Prometió regresar para llevar con él a un lugar muy especial, a todos los que en él creen.
La segunda venida de Jesús es una realidad de la que la Escritura habla unas 2.500 veces. El hecho de que Jesús volverá a la tierra por segunda vez es tan cierto como que vivió en ella hace dos mil años.
Hace mucho Dios prometió que el Mesías vendría. El Libertador que tomaría sobre sí mismo nuestra maldad y proveería perdón para los pecados de la humanidad. Esa promesa parecía algo inconcebible para el mundo antiguo, que luchaba en la oscuridad. Pero Jesús vino y murió en la cruz. La promesa se hizo una realidad más gloriosa de lo que imaginaban.
Su promesa de volver a la tierra también se cumplirá. Podemos confiar en Aquel que nos ama: volverá para llevar con él a aquellos por los cuales pagó un precio infinito.

Autor: Nicolás Aguirre Dobernack

miércoles, 4 de enero de 2012

¿Se puede confiar en la Biblia?



¿Se puede confiar en la Biblia?No os fiéis de las tablas podridas”, escribió el dramaturgo inglés William Shakespeare. Y es lógico, pues antes de saltar al interior de un bote, por ejemplo, conviene asegurarse de que sus tablas no estén podridas.
Las palabras de Shakespeare reflejan bien el sentir de Salomón, el sabio rey del antiguo Israel, quien unos tres mil años atrás escribió: “El ingenuo cree todo lo que le dicen; el prudente se fija por dónde va” (Proverbios 14:15, NVI).
Solo un ingenuo iría por la vida aceptando ciegamente todo lo que oyera y basando sus decisiones y conducta en consejos irreflexivos y enseñanzas infundadas.
Depositar la confianza en el objeto equivocado —igual que pisar las tablas podridas de un bote— podría resultar catastrófico. Por ello, cabe la pregunta: “¿Habrá una guía que merezca nuestra confianza?”.
Millones de personas confían plenamente en un libro antiguo: la Santa Biblia. Lo consultan para guiarse en la vida y tomar decisiones y amoldan su conducta a sus enseñanzas. ¿Pisan estas personas tablas podridas, por así decirlo? La respuesta depende muchísimo de la contestación a otra pregunta: “¿Existen razones sólidas para fiarse de la Biblia?”.
El tema merece más que solo un interés pasajero, dada su importancia. De hecho, si la Biblia viene en realidad de parte de nuestro Creador, tanto a usted como a su familia les beneficiará averiguar lo que dice.
Veamos en primer lugar datos relevantes que hacen que sea, como mínimo, un libro sin igual.

Un libro sin igual
“La Biblia es el libro de mayor difusión de la historia.” (The World Book Encyclopedia.)
Hace más de quinientos cincuenta años, el inventor alemán Johannes Gutenberg inició la impresión con tipos móviles. El primer libro de importancia que salió de su prensa fue la Biblia. Desde entonces se han impreso miles de millones de libros sobre infinidad de temas, pero ninguno alcanza la talla de la Biblia.
  • Se calcula que se han impreso, total o parcialmente, casi cinco mil millones de biblias, lo que supone más de cinco veces la cifra del Libro rojo de Mao, la segunda obra de mayor difusión.
  • En tan solo un año reciente, la Biblia completa o en parte ha alcanzado una distribución de más de cincuenta millones de ejemplares. “La Biblia es el libro más vendido del año, todos los años”, informa la revista The New Yorker.
  • La Biblia ha sido traducida en su totalidad o en parte en más de dos mil cuatrocientos idiomas. Más del noventa por ciento de la humanidad dispone al menos de algún libro de la Biblia en su lengua.
  • Casi la mitad de los escritores bíblicos completaron sus escritos antes de que nacieran Confucio, el renombrado sabio chino, y Siddhārtha Gautama, el fundador del budismo.
  • La Biblia ha dejado una honda huella en las artes, como lo atestiguan algunas de las obras pictóricas, musicales y literarias más célebres.
  • La Biblia ha salido airosa de las prohibiciones oficiales, las quemas a manos de enemigos religiosos y los embates de la crítica. Ningún otro libro ha soportado mayor oposición a lo largo de la historia.
Estos datos son excepcionales, ¿verdad? Pero claro, por impresionantes que sean los datos y las estadísticas, no demuestran por sí mismos que la Biblia sea digna de confianza. A continuación examinaremos cinco razones que han convencido a millones de personas.

Razones para confiar en la Biblia
1. Exactitud histórica
Sería muy difícil fiarse de una obra que tuviera inexactitudes. Imagínese que un libro de historia moderna situara la segunda guerra mundial en el siglo XIX o que llamara rey al presidente de Estados Unidos. ¿No minaría esto su credibilidad?
Nadie jamás ha podido demostrar que la Biblia sea inexacta en materia histórica. Los personajes y los sucesos de los que habla son reales.

Personajes.
La crítica puso en duda la existencia de Poncio Pilato, el prefecto de Judea que entregó a Jesús para que lo colgaran (Mateo 27:1-26). Una prueba de que Pilato gobernó Judea es la inscripción grabada en un bloque de piedra descubierto en 1961 en la ciudad portuaria de Cesarea, a orillas del Mediterráneo.
Antes de 1993 no había prueba externa que sostuviera la historicidad de David, el valeroso y joven pastor que llegó a ser rey de Israel. Pero aquel año se desenterró en el norte de Israel una estela de basalto que databa del siglo IX antes de nuestra era y que, según los expertos, tenía grabadas las palabras “casa de David” y “rey de Israel”.
Sucesos.
Hasta hace poco, muchos eruditos dudaban de la exactitud del relato bíblico sobre la lucha que libró Edom contra Israel en tiempos de David (2 Samuel 8:13, 14). Argumentaban que Edom era un simple pueblo de pastores que en aquella época aún no tenía ni el poder ni la organización suficientes para suponer una amenaza contra Israel. Sin embargo, las últimas excavaciones indican que “Edom era una sociedad desarrollada siglos antes [de lo que se creía anteriormente], tal como describe la Biblia”, afirma un artículo de la revista Biblical Archaeology Review.
Títulos correctos.
Durante los dieciséis siglos que tardó en redactarse la Biblia, hubo muchos gobernantes en el mundo. Cada vez que la Biblia se refiere a un gobernante, le da el tratamiento correcto. Por ejemplo, a Herodes Antipas se le llama acertadamente “gobernante de distrito”, y a Galión, “procónsul” (Lucas 3:1; Hechos 18:12). Esdras 5:6 dice que Tatenai era el gobernador de la provincia persa de “más allá del Río”, el Éufrates, y una moneda acuñada en el siglo IV antes de nuestra era lleva una inscripción similar, que indica que el gobernador persa Mazaeus estaba al frente de la provincia de “más allá del Río”.
La exactitud en lo que parecen ser detalles sin importancia no debe tenerse en poco. El hecho de que los escritores bíblicos demostraran ser confiables aun en tales detalles sin duda refuerza nuestra confianza en todos sus escritos.

2. Franqueza de sus escritores
La honradez es la base de la confianza. El hombre honrado se gana la confianza de los demás; pero si miente una sola vez, la pierde.
Los escritores bíblicos fueron hombres honrados y sinceros. Su franqueza contribuye a que sus escritos posean el distintivo sabor de la verdad.
Debilidades.
Los escritores bíblicos admitieron sin reservas sus flaquezas. Moisés contó lo caro que le costó un error (Números 20:7-13). Asaf confesó que por un tiempo envidió la prosperidad de los impíos (Salmo 73:1-14). Jonás habló de su desobediencia y de la mala actitud que al principio adoptó cuando Dios fue misericordioso con los pecadores arrepentidos (Jonás 1:1-3; 3:10; 4:1-3). Mateo contó sin rodeos que había abandonado a Jesús la noche en que lo apresaron (Mateo 26:56).
Los escritores bíblicos, como Jonás, no escondieron sus flaquezas
Los redactores de las Escrituras Hebreas pusieron al descubierto las reiteradas quejas y la rebelión de su propio pueblo (2 Crónicas 36:15, 16). Ni siquiera los líderes nacionales se salvaron de sus denunciaciones (Ezequiel 34:1-10). Con igual franqueza, los apóstoles informaron en sus cartas de los problemas graves por los que pasaron varias congregaciones del siglo primero, así como varios cristianos, incluso algunos que ocupaban puestos de responsabilidad (1 Corintios 1:10-13; 2 Timoteo 2:16-18; 4:10).

La verdad desnuda.
Los escritores bíblicos no intentaron encubrir lo que algunas personas calificarían de verdad embarazosa. Por ejemplo, los cristianos primitivos reconocieron abiertamente que el mundo no los admiraba, sino que los tenía por necios e innobles (1 Corintios 1:26-29). De hecho, escribieron que a los apóstoles de Jesús se los consideraba “hombres iletrados y del vulgo” (Hechos 4:13).
Los evangelistas no adornaron la verdad para darle a Jesús una imagen más favorable. Con franqueza contaron que tuvo un nacimiento humilde en el seno de una familia de clase trabajadora, que no estudió en escuelas prestigiosas y que la mayoría de sus contemporáneos rechazaron su mensaje (Mateo 27:25; Lucas 2:4-7; Juan 7:15).
No cabe duda, la Biblia ofrece muchas pruebas de que es obra de hombres honrados. ¿No le inspira confianza tal honradez?

3. Coherencia interna
Supongamos que se pidiera a cuarenta hombres de diversos antecedentes que cada uno escribiera un fragmento de un libro. La mayoría no se conocen entre sí, y algunos ignoran lo que han escrito los demás. ¿Se esperaría que su obra fuera coherente?
LA Biblia encaja con esta descripción. Aunque fue redactada en circunstancias aún más insólitas, su coherencia interna es extraordinaria.

Circunstancias excepcionales.
La Biblia se escribió en el lapso de unos mil seiscientos años. Se empezó en 1513 antes de nuestra era y se concluyó alrededor del año 98 de nuestra era, de modo que hubo siglos de distancia entre muchos de sus aproximadamente cuarenta redactores. Estos tenían oficios muy variados: algunos eran pescadores, otros pastores, otros reyes, y hubo uno que era médico.

Mensaje coherente.
Los escritores de la Biblia siguieron un mismo hilo argumental: la vindicación del derecho de Dios a gobernar a la humanidad y el cumplimiento de su propósito mediante su Reino celestial, que regirá el mundo. El tema central arranca en Génesis y se desarrolla en libros sucesivos, hasta alcanzar su punto culminante en Revelación o Apocalipsis.

Concordancia en los detalles.
Los escritores bíblicos concordaron hasta en el más mínimo detalle, aunque en muchos casos tal concordancia no fue intencionada. Veamos un ejemplo. Juan el evangelista relata que cuando una multitud fue a donde estaba Jesús para escucharlo, este le preguntó específicamente a Felipe dónde podrían comprar pan para tanta gente (Juan 6:1-5). En un relato paralelo, Lucas sitúa este suceso en las cercanías de Betsaida, y Juan ya había mencionado al comienzo de su Evangelio que Felipe era de Betsaida (Lucas 9:10; Juan 1:44). Era lógico, pues, que Jesús se dirigiera al hombre que había vivido en aquellos alrededores. Como vemos, concuerdan los detalles, aunque es evidente que no hubo intencionalidad.#

Diferencias lógicas.
Es verdad que en algunos relatos existen ciertas diferencias, pero ¿no es lo que se esperaría? Imaginemos que un grupo de personas presenciara un asesinato. Si cada una mencionara los mismos detalles con las mismas palabras, ¿no sospecharíamos que hubo complicidad? Lo normal sería que su testimonio variara algo, en función de su perspectiva personal. Así fue en el caso de los redactores de la Biblia.
¿Era el manto de Jesús púrpura o escarlata?
Tomemos por ejemplo el manto que llevaba Jesús el día de su muerte. ¿Era de color púrpura, como indican Marcos y Juan, o escarlata, como dice Mateo? (Mateo 27:28; Marcos 15:17; Juan 19:2.) En realidad, ambas descripciones son correctas. El púrpura es un rojo intenso que tiende al violeta, así que, dependiendo del ángulo de visión del observador, el reflejo de la luz y el fondo podrían haber matado su intensidad y haberle dado diferentes tonalidades al manto.
La coherencia entre los escritores de la Biblia, incluida su concordancia no intencionada en los detalles, imprime un sello de autenticidad a sus relatos.


4. Exactitud científica
La ciencia ha avanzado muchísimo en las últimas décadas: viejas teorías han cedido el paso a otras más novedosas. Lo que en su día se admitió como verdad ahora tal vez se considere falso. Tanto es así que no dejan de revisarse los libros de ciencia.
La Biblia no es un tratado científico, pero cuando toca aspectos de este tipo se destaca no solo por lo que dice, sino también por lo que no dice.
Libre de conceptos contrarios a los principios científicos. En la antigüedad hubo conceptos erróneos muy difundidos, entre ellos que la Tierra era plana o que la sostenían ciertos objetos o sustancias tangibles. Antes, cuando la ciencia aún ignoraba cómo se propagaban las enfermedades o cómo prevenirlas, los médicos empleaban ciertas técnicas que eran ineficaces o, en el peor de los casos, mortales. Pero la Biblia no apoya ni siquiera una vez, en sus más de mil cien capítulos, ningún concepto ni ninguna técnica nociva que vayan en contra de los principios científicos.

Adelantándose a los conocimientos de la época, la Biblia acertadamente afirmó que la Tierra es circular y cuelga “sobre nada”

Declaraciones con rigor científico. Hace tres mil quinientos años, la Biblia declaró que la Tierra colgaba “sobre nada” (Job 26:7). En el siglo VIII antes de nuestra era, Isaías aludió claramente al “círculo [o esfera] de la tierra” (Isaías 40:22). Una Tierra esférica que flota en el vacío sin nada físico o visible que la sustente... ¿no parece un concepto increíblemente moderno?
La Ley de Moisés (escrita alrededor de 1500 antes de nuestra era y recogida en los cinco primeros libros de la Biblia) contenía acertados preceptos sobre la cuarentena, sobre qué hacer cuando se tocaba un cadáver y sobre cómo deshacerse de los excrementos (Levítico 13:1-5; Números 19:1-13; Deuteronomio 23:13, 14).
Gracias en parte a los poderosos telescopios que escrutan el firmamento, algunos cosmólogos han llegado a la conclusión de que el universo tuvo un nacimiento repentino. Claro, no todos los científicos aceptan lo que implica este punto de vista. Cierto profesor dijo: “Un universo que tenga principio parece exigir una primera causa, pues ¿quién podría imaginar semejante efecto sin una causa de suficiente magnitud?”. Mucho antes de que se inventaran los telescopios, el primer versículo de la Biblia ya afirmaba: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).
Aunque se trata de un libro antiguo y toca muchos temas, la Biblia no contiene inexactitudes científicas. ¿Verdad que merece, como mínimo, que la examinemos?^

5. Cumplimiento de profecías
Pensemos en un meteorólogo que lleva años pronosticando el tiempo con acierto. Si anunciara lluvia, ¿no sería prudente salir de casa con un paraguas?
En la Biblia abundan las predicciones, o profecías. Y como bien documenta la historia, siempre han resultado certeras.
Señas distintivas. Las profecías bíblicas suelen ser concretas y se cumplen hasta el más mínimo detalle. Normalmente tratan asuntos de gran relevancia y predicen justo lo contrario de lo que los contemporáneos del escritor esperarían.
La Biblia predijo con exactitud que un rey llamado Ciro conquistaría la poderosa Babilonia
Un caso destacado.
A la antigua Babilonia, construida estratégicamente a orillas del río Éufrates, se la ha llamado “el centro cultural, político y religioso del antiguo Oriente”. Pues bien, cerca del año 732 antes de la era común (a.e.c.), Isaías puso por escrito una profecía nefasta: que Babilonia caería. El profeta dio datos precisos, a saber, que el nombre del conquistador sería Ciro, que las aguas protectoras del Éufrates se secarían y que las puertas de la ciudad no estarían cerradas (Isaías 44:27–45:3). Unos doscientos años después, el 5 de octubre del 539, la profecía se cumplió con exactitud. El historiador griego Herodoto (siglo V a.e.c.) confirmó que la caída de Babilonia aconteció tal como se había pronosticado.

Una predicción audaz.
Isaías lanzó otra predicción aún más sorprendente sobre Babilonia: “Nunca será habitada” (Isaías 13:19, 20). Anunciar la desolación permanente de una ciudad próspera y estratégica como esta sin duda era una predicción audaz, pues lo lógico sería que se la reconstruyera si algún día llegaba a ser destruida. Aunque Babilonia no fue devastada inmediatamente después de su conquista, las palabras de Isaías acabaron realizándose. El lugar donde se alzaba Babilonia “es una zona desolada, calurosa, desértica y polvorienta”, informa la revista Smithsonian.
Resulta impresionante observar el alcance de la profecía de Isaías. Su predicción equivaldría a profetizar con exactitud y con doscientos años de antelación de qué manera una ciudad moderna —como Nueva York o Londres— sería arrasada, y luego declarar enfáticamente que nunca volvería a ser habitada. Por supuesto, lo que más impresiona es que las palabras de Isaías se cumplieron.


En este artículo hemos repasado algunas de las pruebas que han convencido a millones de personas de que la Biblia es digna de crédito y una guía segura para orientar su vida. ¿Por qué no aprende más de ella y así decide usted mismo si merece su confianza?

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